Artemisa, Reina y Corsaria
Fue en el antiguo mar mediterráneo y en los mares del norte donde la actividad corsaria se evidencio con mayor intensidad.
Los reinos de esta época, vivían del comercio y la piratería, era parte de la conquista de los mares. El historiador griego Herodoto hace referencia a la reina y corsaria Artemisa I de Halicarnaso, que se alió con Jerjes II en Salamina para luchar contra los griegos. Esta información data del siglo V a.c. El rey persa dirá que fue la mejor capitán a cargo de las naves del reino de Caria (Asia menor) Artemisa usaría estandartes griegos o persas en función de sus intereses. Un siglo después, una tocaya suya, Artemisa II de Halicarnaso, además de ordenar la construcción del famoso Mausoleo, que figuró entre las Siete Maravillas de la Antigüedad, sería conocida por emplear las tácticas más rudimentarias de la piratería para luchar contra sus enemigos.
Alvilda
En el siglo I En el Báltico y el mar del Norte, los antepasados de los vikingos ejercieron también la piratería a gran escala y en ella, por supuesto, no faltaron mujeres. Como Alvilda, la bella princesa guerrera sueca, de dudosa existencia, y cuya vida narra el monje sajón Saxo Gramático, de los siglos XII y XIII, en su Historia de los daneses. El fraile sitúa a la pirata en el siglo I, y cuenta que, para no casarse con un príncipe danés, la chica huyó de su casa y se puso al mando de una tripulación de mujeres -más tarde también de hombres- junto a su hermana, dedicándose al abordaje de barcos y poblaciones costeras de Dinamarca. Finalmente, fue capturada vestida de hombre por el pretendiente despechado y hay quien asegura que se casó con él.
Piratería femenina en el Mediterráneo
Llegados a la Edad Moderna, el Mediterráneo era un mar de piratas. Se sabe de una bereber, Sidá al-Hurra, que fue sultana durante el siglo XVI. Incluso la literatura se hace eco de ellas. Así, Cervantes cuenta historias, quizá ficticias o basadas en realidades difusas, de piratas -o similares- españolas, moriscas, e italianas, algunas de ellas ex cautivas, en el norte de África.
Más al Norte, entre el siglo XVI y el XVII, una peculiar familia pirata córnica fue la de los Killigrew, en la que hay varias mujeres -ver recuadro-. Inglesa era Juana la Negra e irlandesa Grace O?Malley. Ésta última, cuyo verdadero nombre en gaélico era Grainne Ni Mhaille, pertenecía a una saga de la pequeña nobleza que se remontaba al siglo XII y era antiinglesa, pues su familia no había rendido vasallaje a Enrique VIII de Inglaterra. Nacida hacia 1530, hablaba habitualmente gaélico y muy mal el inglés. Oficialmente cristiana, conservaba la religión druídica, por cuyos ritos se casó la segunda vez. Participaba en las luchas de clanes y familias irlandesas y era una experta marinera. Entre 1550 y 1600 fue una verdadera pirata brutal y sin escrúpulos, incluso con sus propios hijos. Poseía una gran flota con la que atacaba poblaciones costeras inglesas e irlandesas y asaltaba barcos, incluso turcos y españoles.
Isabel I de Inglaterra ofreció 500 libras por su cabeza, fue dos veces capturada y dos excarcelada. En los últimos años pidió y obtuvo la gracia de la Reina, con la que llegó a un acuerdo, en 1593, por el que ésta aceptaba sus reclamaciones de tierras y le concedía el perdón convirtiéndola en su aliada. Su castillo todavía puede verse en la isla de Clare. Murió, se dice, reincidente, en el asalto a un barco.
Bonny y Readhttps:
Entre los siglos XVI y XVIII las aguas americanas fueron el paraíso del bandidaje marino. Y también un nido de piratas euroamericanas: mujeres en su mayoría europeas, deportadas o emigradas a América. Algunas habían sido capturadas junto a tripulaciones piratas o en puertos piratas. Judith-Armande Préjoly, nacida en el siglo XVII, sería una de ellas. De existencia dudosa, se cuenta que fue ahijada de Richelieu y hereje, lo mismo que Marie-Anne Dieu-le-Veut. Mencionaremos también a la renegada anglofrancesa Charlotte de Berry y a la marquesa de Fresne, ambas del XVII. Otras dos mujeres piratas de fama fueron la irlandesa Anne Bonny y la angloirlandesa Mary Read. Éstas han sido las más celebradas en narraciones y películas. Defoe se inventó unas biografías del gusto del siglo XVII, en las que la verdad salía bastante malparada. Anne Bonny era hija natural de un abogado irlandés, que la llevó a Carolina del Sur, EE UU. La chica, fuerte y brutal, mató a una sirvienta de una cuchillada. Se la relaciona con algunos hombres, pero sobre todo con el pirata Rackham, apodado Calico Jack.
Por su parte, Mary Read, quien quizá fuera hija de una prostituta, se manifestó siempre como un varón y desde pequeña le gustaba vestir como tal. Se alistó en el ejército inglés y luego en una unidad holandesa, sin revelar su sexo. En algún momento se unió a la tripulación del barco de Rackham, donde conoció a Anne y acabaron siendo amigas y amantes. En el barco llevaban ropas de hombre, juraban y blasfemaban, y en los combates se portaban más bravamente que muchos de ellos.
Capturadas junto a Rackham, fueron juzgadas en la Jamaica británica y condenadas, en 1720, por "participar en bandas piratas y en combates". Curiosamente, las mujeres que ejercían la piratería no solían ser ahorcadas, excepto si habían participado en combates y, aun así, solían salvarse si se decían embarazadas. Es lo que ocurrió con Anne y Mary, que gracias a su embarazo sólo fueron encarceladas. También en el siglo XVIII se hicieron famosas Mary Lindsey, para algunos puta y criminal, Mary Harvey, Rachel Wall, que fue más bien una raquera, y la irlandesa Margaret Jordan, ambas condenadas a muerte en 1789 y 1809, respectivamente.
Filibusteras
En el siglo XIX, la piratería se extinguió en Europa, pero continuó una forma de filibusterismo en Latinoamérica. En éste oficio se mezclaban hombres y mujeres, simples bandidos, negreros, mercenarios, inmigrados y exilados, muchos al servicio de latifundistas, de potentados locales e incluso de repúblicas de reciente cuño. Algunos autores meten en este saco a Anita, la mujer del italiano Giuseppe Garibaldi, mercenario patriota y parece ser que también pirata durante un tiempo, que vivió en los años 40 del siglo XIX. En la lista apareceMaría Cruz, negrera lisboeta de la primera mitad del mismo siglo, y Vanda, la extraña compañera rusa de un curioso ex cura y semipirata, tal vez colombiano de origen español, Domingo Muñoz. En sus aventuras se mezcla la piratería con las religiones africanas de los esclavos huidos que habían formado comunidades cimarronas independientes.
La piratería ha sido una plaga en el mar del Japón, lo sigue siendo en el de la China meridional y en los archipiélagos de Indonesia y, como en Europa, se mezcla con la economía y la política. Muy activos fueron los piratas japoneses y también los vietnamitas, entre los que, se dice, había algunas féminas.
Los viajeros europeos hablan de mujeres chinas, en distintas épocas, que se dedicaban a la piratería y que participaban en combates junto a los hombres, y cuentan que hubo más de una. La más famosa fue Ching Shih (17851844). Esta violenta, inteligente y manipuladora pirata cantonesa, que al parecer había sido prostituta, fue mujer de un famoso corsario, Zheng Yi. A su muerte, amplió y mandó su gran flota pirata reuniendo unos 1.800 barcos entre juncos artillados y otras embarcaciones, con más de 70.000 personas bajo sus órdenes, casi un pequeño estado. Activa entre 1807 y 1810, atacaba a las poblaciones de la costa de China meridional en torno a Cantón y asaltaba barcos de cualquier bandera, enfrentándose y derrotando en ocasiones a la flota imperial china.
Prohibía el maltrato y la violación de las mujeres, por lo que fue considerada, abusivamente, feminista ante litteram. Pero hacia 1810, su gigantesco emporio, muy difícil de gobernar, entró en crisis. Algunos de sus jefes se amotinaron y se rindieron al gobierno central, sobre todo cuando el emperador ofreció el perdón, del que acabó gozando también Ching Shih.
Información parafreseada y extraida de: http://www.muyhistoria.es/h-moderna/articulo/iexistieron-mujeres-piratas
En suma, dentro de los muchos roles que se le han negado a la mujer a través de la historia, la piratería como otros. Demuestra que el mar jamas ha sido celoso con el femino poderío. Lo diciente, es que la cantidad de hombres celosos de competir con maravillosas capitanas, decidieron intimidar a los marineros para que no trabajasen con y para ellas.
En suma, dentro de los muchos roles que se le han negado a la mujer a través de la historia, la piratería como otros. Demuestra que el mar jamas ha sido celoso con el femino poderío. Lo diciente, es que la cantidad de hombres celosos de competir con maravillosas capitanas, decidieron intimidar a los marineros para que no trabajasen con y para ellas.
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